Publicado el: 10 diciembre 2020

 

Diez paracaídas dados de baja por el Ejército de Chile y que se movían  con el viento de la ribera del Río Mapocho, fueron parte del paisaje de Cerro Navia en el sector de La Estrella y Petersen, a fines de septiembre del año pasado.

Esta instalación llamada “Memorial Temporal Cuerpo Ausente”, financiada por el Fondo Concursable Ideas Vecinales para el Desarrollo 2019 de la Municipalidad de Cerro Navia, y  que fue el proyecto de título del joven arquitecto Miguel Uribe (25), conmemoró durante dos semanas las ejecuciones realizadas en este lugar por miembros de las Fuerzas Armadas al inicio de la dictadura.

“A los 15 años, mi madre, Sandra Rubilar, que vivió toda su niñez frente a la ribera del Mapocho, vio como bajaban a personas desde camiones y amenazaban a la gente de los blocks para que nadie se asomara a las ventanas. Los hacían correr hacía el río y les aplicaban ley de fuga para justificar su ejecución. Luego los vecinos bajaban y enterraban a las personas. Conocí desde niño los testimonios de lo que pasaba ahí, crecí con ellos” relata Miguel Uribe.

Entrevistó a testigos, investigó en la prensa de la época y revisó también el Informe Rettig, donde en la página 113 relata que “en  la  zona  correspondiente  a  la  actual  comuna  de  Cerro  Navia,  los  propios  pobladores  enterraron  por  motivos  humanitarios algunos de los cuerpos abandonados allí”. Incluso, menciona a dos  vecinos de la comuna, Carlos Alberto Castro (20) y Serafín Orellana (32), cuyos cuerpos fueron encontrados en este lugar.

“Pensé  hacer un memorial que fuera temporal y un llamado de apropiación de los vecinos que estaban en conocimiento de estos hechos. También se le llama efímero, porque sucede en un momento concreto y deja de estar. Un espacio que reparara la historia de la comuna y la injusticia de estas muertes», explica Miguel Uribe.

El construir esta instalación con tela de paracaídas surgió de otro análisis. “En dictadura uno de los métodos de desaparición era tirar los cuerpos al río o al mar desde la altura en helicópteros, con los paracaídas buscaba dar una pausa en la caída de esos cuerpos que no tuvieron pausa, que fueron desechados” relata. La Escuela de Paracaidistas del Ejército le facilitó el material que luego debió devolver, “la idea era resignificar algo que provenía de una institución que fue cómplice de todos estos hechos”.

El diseño del pabellón tenía que ser desmontable, entonces hizo una estructura con  perfiles tubulares de acero y piezas que él mismo diseñó y que resistían el viento. El largo del memorial también recordó la distancia que los presos corrían antes de ser ejecutados. Eran 62 metros de distancia desde la  Costanera Sur hasta la ribera del río.

Tras motivar a la comunidad del sector y con el apoyo de la junta de vecinos Ribera Sur de la población Villa California, se presentó a los fondos vecinales de la Municipalidad de Cerro Navia, donde existe un ítem que trata sobre memoria y cultura, y finalmente logró el financiamiento que requería.

Ayudado por los vecinos y vecinas, amigos, y sus propios padres, realizó la instalación del memorial, que sus profesores evaluaron en terreno y obtuvo la calificación máxima.

A juicio de Miguel “lo que proponía el proyecto no es rememorar el dolor, sino la contemplación. Era crear un espacio en un lugar abandonado, donde nadie circula. Un sitio árido donde con el pabellón de paracaídas se generaba una sombra, un lugar desde donde mirar el lecho del río”.

“La idea era disfrutar estar bajo los paracaídas que se movían con el viento. La sensación era de calma, se podía ver  el movimiento de las telas y el sonido en que se traducía el movimiento, una experiencia muy contemplativa”, finaliza.

 

*Autor Fotografías Pablo Casals Aguirre